jueves, 21 de febrero de 2008

Trazabilidad alimentaria o hipocresía agroindustrial

Muy pronto será una exigencia para todo alimento llevar consigo códigos de trazabilidad que asegure hallar el responsable del daño provocado por un alimento en mal estado.
Etiquetas y más etiquetas y códigos de barras a raudales, total para que una máquina pueda investigar los miles de kilómetros que a lo mejor habrá recorrido un alimento hasta nuestras bocas, las muchas manos innecesarias por las que habrá sido tocado o simplemente transaccionado electrónicamente, los aditivos utilizados para dar un sabor más adictivo, o los conservantes mas poderosos para que pueda alargarse su vida indefinidamente en almacenajes especulativos.
¿Y tanta tecnología futurista de seguimiento de un producto para que habrá servido?. Creo sinceramente que solo para consolidar el control de la alimentación en unas pocas i especulativas multinacionales agroindustriales.
En cambio cuando un agricultor o un pequeño artesano quiere enriquecer la información de la etiqueta de un alimento producido por él, especificando las propiedades dietéticas e incluso medicinales , reconocidas en infinidad de textos (Dioscórides, Vademécum de Fitoterapia ,etc. ),de consulta y estudio en Universidades de Medicina o Farmacia, nos encontramos con la barrera insalvable del Artículo 4º del Real Decreto 1334/1999 de Normas generales de etiquetado y publicidad de productos alimenticios, que nos prohíbe atribuir a un alimento, propiedades preventivas o terapéuticas de una enfermedad humana.
Lo curioso del caso es que el Real Decreto hace unas excepciones de lujo para las “Aguas Minerales “y para los “Productos destinados a una alimentación especial” básicamente los lácteos.
Estos productos destinados a una alimentación especial los llaman “Productos Funcionales”, cuando son simplemente productos industrializados y desnaturalizados, con extractos de aquellos vegetales animales a los que nos es negado poner sus propiedades auténticas, frescas y naturales, simplemente porque no han estado sometidos a ningún proceso de manipulación industrial.
¿ No és una contradicción que un yogurt, porque tenga añadidos unos extractos vegetales, ya pueda publicitarse como reductor de los niveles de colesterol y una lechuga, un tomate o una alcachofa, no puedan pregonar la gloria de antioxidantes, carotenos y diuréticos que llevan en su interior de forma natural , o que una margarina enriquecida con Omega 3 pueda ser, según publicidad , yo diría engañosa ,un medicamento eficaz para la mala circulación sanguínea y una pobre pero a la vez rica sardina , tenga prohibido etiquetarse con las mismas propiedades a pesar de que el Omega 3 de la margarina lo han sacado de la pobre sardina estrujándola hasta dejarla seca.
¿Que mejor trazabilidad que comer sabiendo el origen real de un alimento y no su código de barras?. Que da mas garantía para el consumidor, un código de barras, o poder incluso ser “Coproductor“ de nuestro alimento tal y como propone Slow Food.
Por otra parte. ¿Queremos acabar consumiendo una sola ración al día de un “Producto Funcional” que lleve añadido todo tipo de complementos alimenticios y así poder ahorrar tiempo para dedicarlo a producir mas estrés. O queremos dedicar cada día un poco más de nuestro tiempo a saborear los placeres de un alimento cercano y de una cocina que realce sus sabores de forma natural.
En nuestras manos está volver a la cordura, pidiendo por ejemplo y por favor a nuestros políticos que escuchen más las voces profundas de la naturaleza y no compliquen tanto las cosas, al menos para aquellos que ancestralmente tenemos el deber y el placer de producir un alimento y acercarlo en su estado más puro y lo más directamente posible al consumidor.

Josep Pamiés i Breu
Horticultor, miembro de Slow Food del Convivium “Terres de Lleida”y de la Plataforma Antitransgénica “Somloquesembrem.org”

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