jueves, 17 de enero de 2008

Palo, Zanahoria y Transgénicos

Por Jorge Hernández Esteruelas
En Heraldo de Aragón 16 de enero de 2008
Hace unos días aparecío la noticia de que España apostaba por el maíz transgénico y aumentaba su producción un 40%, que se contrapone a la que comentaba la resistencia europea al consumo de semillas transgénicas y a que Washington había decidido, en el conflicto que le enfrenta a la Unión Europea en materia de Organismo Genéticamente Modificados (OGM), mantener el fantasma de represalias comerciales. Ello se basó en un informe de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en el que se apoyaba a EEUU para aplicar posibles sanciones comerciales contra Europa.
Mientras EEUU, amenaza a Europa, trata de convertir a España en el nuevo caballo de Troya de las compañías multinacionales de semillas transgénicas. La campaña se está desarrollando fundamentalmente bajo el suelo de Aragón y Cataluña, a los que se augura un porvenir económico exportador de grandes cantidades de carne (barata, dependiente del cereal y poco sostenible). Se nos insinúa que los productores y consumidores parecemos haber superado la barrera del miedo a los OGM y se da como prueba que la producción de maíz transgénico, o maíz BT, ha aumentado en el último año un 77% en toda la UE y un 40% en España.
Esta propaganda de la Asociación Europea de Bioindustrias oculta que el poco maíz transgénico cultivado en Europa representa el 0,4 por mil de la producción de cereal de Europa. Y que en Europa de las 110.077 hectáreas de maíz transgénico, casi el 70% están ubicadas en Aragón y Cataluña. Entiendo que es una necedad depender de las semillas made in USA sin investigar de forma propia. Pero mucho más sabiendo que en Bruselas el debate sobre la autorización de nuevos OGM para la alimentación animal ha sido tradicionalmente motivo de confrontación entre los Estados miembros, con la normal abstención de Alemania y Francia y la oposición de Austria, Dinamarca y Polonia, entre otros. Ante esa posición, la propia Comisión Europea, presionada por la OMC, se lanza a tomar la iniciativa para permitir la entrada de OGM procedentes de otros países, como EEUU, aunque en ocasiones se adoptan restricciones a nivel regional o nacional.
Muchas personas que no nos oponemos a la investigación nos oponemos a las semillas transgénicas, pero no por miedo, sino por no querer asumir riesgos innecesarios en el doble plano de la seguridad alimentaria y en el adecuado manejo de la biodiversidad planetaria. En un mundo en el que se puede alimentar al doble de la humanidad existente y en el que los paises dsarrollados ya dedicamos a la alimentación solo entre 13%y 18% de nuestra rente, nos oponemos al mercantilismo y a que la alimentación se convierta en un terreno de juego competitivo. Desgraciadamente España es el país que más ha girado en Europa en sus hábitos alimentarios hasta haber copiado el sistema norteamericano como el más avanzado posible, mientras que muchos ciudadanos de EE.UU., claman por venir hacia el sistema europeo de alimentación. Es una necedad, y un atentado contra la salud y el consumo sostenible, adoptar los esquemas conductistas de la comida rápida y estandarizada.
La Comisión y los gobiernos nacionales y regionales no pueden negar la democracia y adoptar medidas presionados por la OMC, basándose en argumentaciones que atribuyen un mandato dogmático de la Ciencia a organismos arbitrales como la Agencia de Seguridad Alimentaria. En primer lugar, porque eso es la antesala de la negación de la democracia. Y, en segundo, porque en la historia de la alimentación humana ya hemos asistido a demasiados errores monumentales, basados en supuestos informes fidedignos ¿O no nos acordamos del aceite de oliva cancerígeno? ¿o de la vaca loca alimentada con harinas de origen animal? Se trata de apoyar un sistema alimentario más libre, biodiverso, respetuoso con las opiniones ciudadanas y menos dependiente desde el punto de vista económico y productivo.

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